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martes, 22 de junio de 2010

Zapatero de Payasos talento que se reinventa



La parte peatonal de la calle Riofrio diagonal al edificio Benalcázar 1000 esconde un pequeño zaguán. Éste, sirve de paso para llegar a una zapatería sin letrero, con no otra identificación que un zapato gigante de payaso en medio de ella.
La pequeña puerta del mostrador está abierta, se escucha la máquina de coser encendida, y del otro lado del zapato gigante aparece, con una sonrisa , Wilson Guamán, el zapatero de payasos.
Es zapatero por herencia, comenzó desde muy niño en el taller de su padre, pero hace doce años sus zapatos empezaron a tener un toque muy original.
Correr suelas, hacer zapatos de charol o cambiar tacos ya no fue suficiente cuando Wilson descubrió su talento para diseñar zapatos de payaso. Canuto o su nombre real ,Enrique Luzón, le propuso el reto. El primer par de zapatos no salió bien, el segundo tampoco, pero Wilson no desistió, compró más material e hizo el tercer par; después de quince días Canuto tuvo sus zapatos de payaso y Wilson encontró un oficio nuevo.
La creatividad y el gusto que le pone a cada uno de sus dibujos lo hizo todo un experto, el ingenio y la práctica le enseñaron a hacer a la perfección los curiosos modelos que piden los exigentes clientes.
De charol, vistosos, extravagantes, con la punta alargada y redonda, arlequines con dos centímetros de franja roja y cinco de blanca son algunas de las características; es que, cada payaso quiere ser único, original, por lo tanto cada uno es un reto, pero además de los diseños personalizados este hombre de 44 años cada día ingenia algo nuevo, su catálogo ya sobrepasa los 50 modelos.
Hace dos años la Liga de Quito lo inspiró, se declara liguista a muerte, en honor a esa pasión y a la alegría de ganar la Copa Libertadores de América, se aventuró en la idea de fabricar un zapato gigante de la Liga. Durante un año con la ayuda de su hermano mayor, Diego Guamán, confeccionaron el zapato de payaso gigante, la Recopa y la Copa Sudamericana hicieron que el trabajo se prolongue, pues al diseño hubo que aumentarle estrellas. Hoy, está en medio de su pequeño taller y dice que lo vendería por unos 2500 dólares.
Wilson Guamán trabajaba con su esposa hasta que, hace algunos años, ella murió. Desde entonces, él es padre y madre, su trabajo le dio lo suficiente para mantener y darles educación a sus tres hijos de 20, 17 y 14 años.
Cada mañana se levanta para darles el desayuno y despedirlos al colegio y la universidad, va a su taller que está en la misma casa y espera a María Tapia, quien, desde hace nueve años, se encarga de coser las partes de los zapatos, y a su hermano Diego Guamán quien aún no alcanza la agilidad del maestro de taller.
En un ambiente de exigencia y bromas empieza la jornada, esta época del año es una de las más atareadas pues, como cada año, las estudiantes de parvularia de la Universidad Central ya mandaron a hacer sus zapatos de payaso para el examen de Expresión Corporal y Payasería.
La mayoría ya están listos, el modelo escogido fue de punta redonda y alta, Wilson dice que éste es el modelo más laborioso pues no es fácil lograr que la punta salga perfectamente redonda y firme, pero ellos lo logran y ese es el secreto de la casa. El modelo más sencillo son los arlequines, que son zapatos con la punta arqueada hacia arriba, “solo se cose el modelo, se rellena la punta con esponja, se pone el zapato y se termina de rellenar” dice Wilson.
Uno de sus clientes es el Payasito Rin Tin Tin o Diego Álvarez quien comenzó como payaso a los 12 años, a los 15 se mudó a Quito y por referencias de otros payasos llegó hasta Wilson Guamán. Hoy Rin Tin Tin tiene 28 años y se declara fiel a los zapatos de “don Wilson”.
El modelo de los zapatos le da una característica al payaso y va formando la verdadera personalidad del personaje, además, son uno de los centros de atención del público y le permite al payaso jugar son su forma de caminar explica el payaso. “Don Wilson es un buen profesional porque incluso da garantía a sus productos” dice Rin Tin Tin al asegurar que a él le gusta el trabajo de Wilson Guamán porque logra satisfacer al cliente y entiende la idea que él tiene para cada modelo, así lo ha hecho con todos los zapatos que realizó para este payaso, su esposa que es una “muñequita” y su hija de 10 años que comienza a incursionar en el escenario bajo el papel de “Estrellita”.
La familia de payasitos se abastece de zapatos con Wilson Guamán el único zapatero de payasos de la ciudad. A pesar de la ausencia de competencia Wilson dice que no es un negocio productivo, eso porque no le permitió construir un capital para crecer; su sueño es llegar a exportar.
Esa meta parece estar lejana, aunque ha tenido más de un cliente extranjero que llega hasta él por buenas referencias.
El zapatero de payasos no solo hace zapatos de payaso, sino que acepta todo reto para trabajar en cuero como: corbatines, correas, zapatos comunes y hasta las botitas de los muñecos de acción con los que los niños juegan.
Se encarga también del marketing y publicidad de su microempresa. No tiene una página Web o correo electrónico, pero busca clientes de puerta a puerta, o bueno, de carpa en carpa; ferias, convenciones y las recomendaciones de quienes han visto el resultado de su meticuloso trabajo son sus herramientas de difusión.
Para Wilson Guamán cada par de zapatos tiene una parte suya y de todos quienes le ayudan, cada cliente es el más importante y todos los payasos son famosos, pero sólo uno lo ayudó a descubrir cuál era su talento en la vida, el payasito Canuto.
“Canuto falleció hace algunos años pero me dejo con este don que yo no sabía que tenía, descubrí que me gusta diseñar y voy a hacer esto mientras viva”, dice Wilson.




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