Para obtener la calificación de artesano llame a
Junta Nacional de Defensa del Artesano

2554 487/ 2956903
www.jnda.gov.ec
Mostrando entradas con la etiqueta Entre Líneas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Entre Líneas. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de junio de 2010

Zapatero de Payasos talento que se reinventa



La parte peatonal de la calle Riofrio diagonal al edificio Benalcázar 1000 esconde un pequeño zaguán. Éste, sirve de paso para llegar a una zapatería sin letrero, con no otra identificación que un zapato gigante de payaso en medio de ella.
La pequeña puerta del mostrador está abierta, se escucha la máquina de coser encendida, y del otro lado del zapato gigante aparece, con una sonrisa , Wilson Guamán, el zapatero de payasos.
Es zapatero por herencia, comenzó desde muy niño en el taller de su padre, pero hace doce años sus zapatos empezaron a tener un toque muy original.
Correr suelas, hacer zapatos de charol o cambiar tacos ya no fue suficiente cuando Wilson descubrió su talento para diseñar zapatos de payaso. Canuto o su nombre real ,Enrique Luzón, le propuso el reto. El primer par de zapatos no salió bien, el segundo tampoco, pero Wilson no desistió, compró más material e hizo el tercer par; después de quince días Canuto tuvo sus zapatos de payaso y Wilson encontró un oficio nuevo.
La creatividad y el gusto que le pone a cada uno de sus dibujos lo hizo todo un experto, el ingenio y la práctica le enseñaron a hacer a la perfección los curiosos modelos que piden los exigentes clientes.
De charol, vistosos, extravagantes, con la punta alargada y redonda, arlequines con dos centímetros de franja roja y cinco de blanca son algunas de las características; es que, cada payaso quiere ser único, original, por lo tanto cada uno es un reto, pero además de los diseños personalizados este hombre de 44 años cada día ingenia algo nuevo, su catálogo ya sobrepasa los 50 modelos.
Hace dos años la Liga de Quito lo inspiró, se declara liguista a muerte, en honor a esa pasión y a la alegría de ganar la Copa Libertadores de América, se aventuró en la idea de fabricar un zapato gigante de la Liga. Durante un año con la ayuda de su hermano mayor, Diego Guamán, confeccionaron el zapato de payaso gigante, la Recopa y la Copa Sudamericana hicieron que el trabajo se prolongue, pues al diseño hubo que aumentarle estrellas. Hoy, está en medio de su pequeño taller y dice que lo vendería por unos 2500 dólares.
Wilson Guamán trabajaba con su esposa hasta que, hace algunos años, ella murió. Desde entonces, él es padre y madre, su trabajo le dio lo suficiente para mantener y darles educación a sus tres hijos de 20, 17 y 14 años.
Cada mañana se levanta para darles el desayuno y despedirlos al colegio y la universidad, va a su taller que está en la misma casa y espera a María Tapia, quien, desde hace nueve años, se encarga de coser las partes de los zapatos, y a su hermano Diego Guamán quien aún no alcanza la agilidad del maestro de taller.
En un ambiente de exigencia y bromas empieza la jornada, esta época del año es una de las más atareadas pues, como cada año, las estudiantes de parvularia de la Universidad Central ya mandaron a hacer sus zapatos de payaso para el examen de Expresión Corporal y Payasería.
La mayoría ya están listos, el modelo escogido fue de punta redonda y alta, Wilson dice que éste es el modelo más laborioso pues no es fácil lograr que la punta salga perfectamente redonda y firme, pero ellos lo logran y ese es el secreto de la casa. El modelo más sencillo son los arlequines, que son zapatos con la punta arqueada hacia arriba, “solo se cose el modelo, se rellena la punta con esponja, se pone el zapato y se termina de rellenar” dice Wilson.
Uno de sus clientes es el Payasito Rin Tin Tin o Diego Álvarez quien comenzó como payaso a los 12 años, a los 15 se mudó a Quito y por referencias de otros payasos llegó hasta Wilson Guamán. Hoy Rin Tin Tin tiene 28 años y se declara fiel a los zapatos de “don Wilson”.
El modelo de los zapatos le da una característica al payaso y va formando la verdadera personalidad del personaje, además, son uno de los centros de atención del público y le permite al payaso jugar son su forma de caminar explica el payaso. “Don Wilson es un buen profesional porque incluso da garantía a sus productos” dice Rin Tin Tin al asegurar que a él le gusta el trabajo de Wilson Guamán porque logra satisfacer al cliente y entiende la idea que él tiene para cada modelo, así lo ha hecho con todos los zapatos que realizó para este payaso, su esposa que es una “muñequita” y su hija de 10 años que comienza a incursionar en el escenario bajo el papel de “Estrellita”.
La familia de payasitos se abastece de zapatos con Wilson Guamán el único zapatero de payasos de la ciudad. A pesar de la ausencia de competencia Wilson dice que no es un negocio productivo, eso porque no le permitió construir un capital para crecer; su sueño es llegar a exportar.
Esa meta parece estar lejana, aunque ha tenido más de un cliente extranjero que llega hasta él por buenas referencias.
El zapatero de payasos no solo hace zapatos de payaso, sino que acepta todo reto para trabajar en cuero como: corbatines, correas, zapatos comunes y hasta las botitas de los muñecos de acción con los que los niños juegan.
Se encarga también del marketing y publicidad de su microempresa. No tiene una página Web o correo electrónico, pero busca clientes de puerta a puerta, o bueno, de carpa en carpa; ferias, convenciones y las recomendaciones de quienes han visto el resultado de su meticuloso trabajo son sus herramientas de difusión.
Para Wilson Guamán cada par de zapatos tiene una parte suya y de todos quienes le ayudan, cada cliente es el más importante y todos los payasos son famosos, pero sólo uno lo ayudó a descubrir cuál era su talento en la vida, el payasito Canuto.
“Canuto falleció hace algunos años pero me dejo con este don que yo no sabía que tenía, descubrí que me gusta diseñar y voy a hacer esto mientras viva”, dice Wilson.




martes, 8 de junio de 2010

Chocolate: Delicia Artesanal


La elaboración del chocolate es una de las actividades más relajantes y que la practica niñas, jóvenes y adultos. La receta del chocolate artesanal es sencilla, y no requiere de mucho tiempo para poder disfrutarlo.

María Belén Tobar fabrica chocolate desde sus 16 años, hoy tiene 25 y ha hecho de este producto su hobby y su fuente de ingreso. Además de venderlos da clases a estudiantes. “Es una experiencia increíble trabajar con jóvenes, de su creatividad aprendo mucho a diario”.

Aquí ellos nos presentan los pasos fundamentales para la elaboración del chocolate, en sus distintas facetas.

Primero se debe cocinar el cacao en polvo con leche y azúcar, para obtener un delicioso chocolate caliente casero, que es siempre uno de las bebidas favoritas de las familias.

Para hacer tabletas de chocolate, el cacao es molido en una máquina que batirá y amasará la pasta de cacao para luego mezclarla con azúcar y colocarla en moldes de diferentes formas.

El chocolate es un producto combinable y su sabor se presta para experimentar mezclas y texturas diferentes. Se puede rellenar el chocolate con frutas secas, cereales o grajeas. Se le puede dar un sinnúmero de sabores y aromas con distintas esencias y el tamaño dependerá del molde y la ocasión. Después de refrigerarlo por varias horas el postre quedará listo para el consumo.

Además del chocolate en tableta y en polvo, existen los bombones que son porciones pequeñas (apropiadas para ser ingeridas en un solo bocado) de una mezcla sólida de chocolate (negro, blanco o con leche) rellena de distintos elementos.

Éstos constituyen la forma más importante y extendida de presentar comercialmente el chocolate. A diferencia de las otras presentaciones, los bombones están asociados a comportamientos de gratitud, regalo o reconocimiento en las relaciones sociales.

Paletas con distintas formas, cofres de chocolate, diseños especiales para ocasiones importantes como: matrimonios, graduaciones, primeras comuniones también son motivo para la elaboración del chocolate, que principalmente está presente en tortas y cremas.

María Belén cuenta que ha trabajado con cacao de distintas partes del mundo y considera que el ecuatoriano es uno de los mejores. “La mayor parte del chocolate del país es exportado y es reconocido internacionalmente. Su textura y sabor son inconfundibles”. Normalmente, procesado en el extranjero, el fino cacao ecuatoriano es convertido en delicioso chocolate negro.

Tipos de Chocolate:

Chocolate en polvo:
Mezcla de cacao en polvo, harinas y azúcar.
Chocolate en cobertura:
Su utilidad en repostería en importante, ya que se utiliza para la elaboración de mousse, rellenos y bombones.
Chocolate negro superior:
Tiene un 43% de cacao y aproximadamente un 26% de manteca de cacao.
Chocolate amargo:
Su sabor tan amargo se debe a que contiene como mínimo 60% de cacao.
Chocolate con leche superior:
Compuesto por 18% de leche y 30% de cacao.
Chocolate con leche:
Se compone de un 14% de materia grasa seca procedente de la leche, 55% de sacarosa y 25% de cacao y no es apto para repostería.
Chocolate con avellanas o almendras:
Tiene un 20% de fruto seco, azúcar, leche entera o en polvo, pasta de cacao, manteca de cacao, lactosa, aromas, lecitina de soja y 32% de cacao.
Chocolate blanco:
Fabricado sin colorantes, debe su color a la falta de cacao aunque lleve manteca de cacao.
Chocolate fondant:
Contiene un 40% de manteca de cacao y 40% de pasta de cacao.
Su utilidad en repostería es la de dar un baño exterior a tartas, bombones y pasteles.

Chocolate negro: es el chocolate propiamente dicho, pues es el resultado de la mezcla de la pasta y manteca del cacao con azúcar, sin el añadido de ningún otro producto Las proporciones con que se elabora dependen del fabricante.

Chocolate a la taza: es el chocolate negro, al que se le ha añadido una pequeña cantidad de fécula para que a la hora de cocerlo aumente su espesor. Suele disolverse en leche. Hoy en día, es posible encontrar también este chocolate en los comercios en forma ya líquida.

martes, 25 de mayo de 2010

Tijeras especializadas en lo Afro


En Quito, la peluquería Black & White es el hogar de tres jóvenes que se especializaron en peinados para gente de raza negra; pero lo aplican en negros, blancos o mestizos.

“Una peluquería Afro para gente blanca” dice Dina Mosquera propietaria de la primera peluquería Afro de la Capital.

Una pared de graffitis da la bienvenida al local ubicado en la calle Reina Victoria y Veintimilla. En el interior, grandes espejos evocan las pequeñas peluquerías del Bronx en Nueva York.

Cada mañana a las 10, Dina y sus dos hermanos preparan los peines, esterilizan las navajas y abren la puerta plegable que da a la calle Reina Victoria. La calidez y alegría, propias de su cultura, están impregnadas en el ambiente.

Black &White funciona hace seis años. Desde hace tres se convirtió en el negocio familiar de los Mosquera. Dina Mosquera y sus hermanos Jennifer y Alexander son colombianos y ecuatorianos.

Cuando los clientes comienzan a llegar, una especie de cercanía e incluso camaradería se riega entre los peluque- ros que alistan tijeras y los clientes que explican el estilo que desean, o el color o el tipo de extenciones.

En la esquina del local, Alexander utiliza la hoja de afeitar, como un pincel, para crear diseños en el casi desnudo cuero cabelludo. Jenniffer, con mucha concentración, intenta que ningún cabello salga de su lugar mientras hace trenzas, y Dina tiene la tarea más complicada, hacer rastas a un “blanco”.

“En cabello de negro y de blanco es diferente la forma de trabajar, el cabello de blanco es mucho más difícil, porque el pelo no es compacto y no se queda en su lugar”, dice Dina. Puede tardar ocho horas en terminar de hacer las rastas.

Llega la hora de almuerzo y los jóvenes estilistas se turnan para salir a almorzar. Mientras Jennifer y Alexander, van a comer, Dina nos cuenta que estudió peluquería en Cali, dónde los peinados afro son más populares.

En Black & White la oferta va desde extensiones, alisado, diseños con navaja, trencitas pegadas a la cabeza hasta peinados de novia extravagantes.

Dina explica que una tradición de la cultura africana, en todo el mundo, es que la novia debe llevar adornos blancos en el peinado; además, preferiblemente debe tener trenzas.

La tarde comienza con dos clientas nuevas, Dina se acerca y conversa con las jóvenes como si las conociera hace mucho, pero era la primera vez que las veía. Diana Larrea de 15 años quería retocarse su alizado permanente y Karina Caicedo un corte.

En un día se atienden hasta 40 hombres y 20 mujeres, pero la afluencia siempre varía. Jennifer termina de a- tender a su último cliente a las siete de la noche, Dina acaba con las rastas y Alex comienza a poner todo en su lugar.

Entre los clientes están la mayoría de futbolistas y sus familias, extranjeros y cualquier joven o adulto que quiera salir de lo común. Los precios varían según la complejidad del peinado. Las trenzas largas pueden costar hasta 85 dólares.

Manteniendo la tradición

Cuenta que teje desde los 13 años, es descendiente de cuencanos y siente que no debe dejar que la tradición familiar desaparezca, por eso enseña a su hija a elaborar sombreros de paja toquilla.

Desde niña Helena Robles se dedica a la producción de sombreros, “Mis abuelos maternos y paternos los fabricaban, siempre nos hemos dedicado a esto, ellos me enseñaron”.

Dejó Cuenca a los 25 años y llegó a Quito con el propósito de comercializar los sombreros de paja toquilla. “Mi familia me envía sombreros terminados y materia prima para que yo haga más aquí con mi hija, porque en la capital hay más turistas que los compran”.

En un pequeño local del Mercado Artesanal, ubicado en la Mariscal, Helena decora los sombreros, les pone cintas de colores, flores y a algunos incluso los pinta a mano. Cuenta que Sandra, su hija, es la creadora de coloridas carteras hechas de cabuya que también se exhiben en su local. “Todo es creatividad, los sombreros tienen la misma calidad de los tradicionales solo que ahora intentamos que sean más modernos”.

Ecuador es famoso mundialmente por la calidad de sus sombreros de paja toquilla, los cuales nacen de la habilidad de tejedores, en su mayoría mujeres, de las provincias de Esmeraldas, Cañar, Azuay y Manabí.

Erróneamente se pensaba que estos sombreros eran originarios de Panamá: los "Panamá Hats", ya que Panamá era el país que más los importaba y comercializaba, sin embargo, el legítimo "Panamá Hat", es un sombrero netamente ecuatoriano, tejido a mano con paja toquilla y que se comercializa en más de 30 países en el mundo.

Helena cuenta que el precio del sombrero lo determina la finura del mismo, “La finura del sombrero refleja el trabajo del artesano, mientras más fino más tiempo nos llevó elaborarlo”.

“Hacer sombreros de paja toquilla significa para mí promocionar a mi país, mantener mi cultura y la tradición de mi familia”, comenta Helena mientras sus hábiles manos continúan con la colocación de una gran flor en uno de sus sombreros.